El libro blanco sobre la educación en España encargado a José Antonio Marina ha hecho que, al menos por un tiempo, volvamos a hablar de educación. Como todas las olas mediáticas, ha durado poco y hemos vuelto a pasar los días sumando y restando escaños y pactos. Queremos volver a traer este debate a la actualidad ya que se trata de uno de los más importantes que cualquier sociedad debería desarrollar.
Desde la economía de la educación los economistas hemos demostrado que los individuos más educados son más productivos y disponen de mayores salarios y que las sociedades más educadas son, entre otras cosas, más justas. Teniendo todo esto claro se nos plantea una cuestión: ¿cómo educamos?
“La competencia emprendedora consiste en aprender y ejercer la libertad” José Antonio Marina
Retomamos una idea de Marina: “la competencia emprendedora consiste en aprender y ejercer la libertad”. En nuestro sistema educativo se pretende fomentar la autonomía e iniciativa personal. El objetivo es desarrollar:
- la capacidad de elegir
- el espíritu crítico
- la apertura hacia el cambio
- las relaciones y la cooperación
- el trabajar en equipo
- la creatividad
- la confianza
- el liderazgo
Entre otras muchas, éstas son competencias estrictamente ligadas al emprendimiento y, por lo tanto, desde él se pueden trabajar.
¿Cómo se ha resuelto este tema hasta el momento? Es cierto que el sistema educativo español ha dado un impulso a la “formación del espíritu emprendedor”. Se ha hablado del fomento de las competencias emprendedoras incluso hasta la saciedad. Como asignatura pendiente, desde las administraciones públicas se ha apoyado cualquier acción encaminada hacia este objetivo de forma casi mecánica. Sin embargo, se ha identificado mayoritariamente con su significado más restringido: como autoempleo. Es decir, apoyo a la creación de nuevas empresas y, por tanto, apoyo al que crea su propio puesto de trabajo, todo ello en un contexto de emergencia laboral.
Fomentar la cultura del emprendimiento en la sociedad y emprender un negocio son cuestiones diferentes y una de las claves es el componente educacional. No se trata simplemente de formar “creadores de empresa-autoempleadores”, sino de desarrollar una verdadera estrategia que incorpore las competencias del emprendedor en el sistema educativo: iniciativa, trabajo en equipo, cooperación, etc…
En las fases iniciales del proceso educativo es, quizás, donde mejor se ha sabido poner en valor las competencias asociadas a una personalidad emprendedora: la creatividad (asociada a mantener viva la natural curiosidad infantil), la iniciativa personal, la motivación, el trabajo en equipo, el valor del esfuerzo,… Sin embargo, en la etapa intermedia los valores del emprendimiento se han incorporado a través de asignaturas optativas o iniciativas que, en gran medida, se implementan gracias al esfuerzo de ciertos docentes particularmente sensibles al impacto de estos valores en el futuro personal y laboral de los estudiantes.
Fomentar la cultura del emprendimiento en la sociedad y emprender un negocio son cuestiones diferentes. Es necesario desarrollar una verdadera estrategia que incorpore las competencias del emprendedor en todas las etapas del sistema educativo.
Si hablamos de la etapa de educación superior, a pesar de los esfuerzos unánimes realizados por todas las universidades para afrontar el reto de desarrollar una cultura emprendedora, los resultados que GEM arroja no son todo lo buenos que cabía esperar. El sistema actual sigue generando titulados cuya aspiración es la búsqueda de trabajo como empleadas, pero no con vocación emprendedora.
Las razones son varias además de la ya comentada identificación de emprender y crear empresas. Nos olvidamos del potencial de nuestros estudiantes, pocas iniciativas se centran en ellos antes de la etapa de posgrado. Nos centramos en enseñar conocimientos y técnicas, olvidándonos de las personas y sus capacidades, su valor como tales.
No todos los agentes del sistema se sienten comprometidos con este objetivo, como es el caso de los docentes, quienes tienen el contacto más directo con los jóvenes y, por tanto, mayor facilidad para transmitir el mensaje emprendedor. Se trabaja en materias o áreas específicas, no siendo conscientes de la necesidad del trabajo en equipos multidisciplinares y del valor del aprendizaje a través del entrenamiento (learning by doing).
En este sentido GEM viene realizando una aportación fundamental para la realización de los diagnósticos ya que mide capacidades, evalúa iniciativas y no se queda en las cifras de creación únicamente. Y todo ello desde una perspectiva global, por lo que tiene la capacidad de hacer reflexionar.
Con todo ello el diagnóstico es claro: pasan los años y seguimos padeciendo los mismos males. Y a grandes males se exigen grandes remedios. Ya lo decía Ken Robinson en su célebre intervención en un evento TED en 2006, en la que afirmaba que “las escuelas matan la creatividad”, una de las cualidades básicas del emprendedor. Y esto será así mientras no se eleve el estatus otorgado a esta cualidad que es “tan importante como la alfabetización misma”, o seguirá siendo verdad eso de que “toda persona es emprendedora hasta que entra en el sistema educativo”.
Trabajar en esta dirección es nuestro reto.
Autores: Loreto Fernández, Isabel Neira y Marta Amate