En el reciente South Summit se ha presentado el informe GEM Comunidad de Madrid aplicando la metodología del Global Entrepreneurship Monitor, un consorcio de investigación del fenómeno emprendedor que aglutina a decenas de países, y con una trayectoria de algo más de dos décadas. Dicha metodología aborda aspectos estructurales del ecosistema emprendedor relacionadas, por un lado, con las condiciones del entorno, y, adicionalmente, otros aspectos asociados a las actitudes y el socioeconómico de la población emprendedora, así como las características de los proyectos que acometen desde el punto de vista tecnológico, creación de empleo, proyección internacional, etc.
Un factor diferencial de este informe 2020-21 es que se basa en datos de campo tomados al finalizar el primer impacto del COVID-19 sobre el tejido productivo y social de la región
por lo que muestra las consecuencias de este evento imprevisto, y las percepciones y toma de posición como respuesta a la pandemia y la incertidumbre del horizonte inmediato. Así, el primer mensaje que arroja el estudio es una caída de la Tasa de Actividad Emprendedora (TEA) general desde el 7,6% al 5,8% de la población entre 18 y 64 años, en línea con lo ocurrido a nivel internacional, pero por encima de la media española. Este comportamiento es similar para hombres y mujeres. No obstante, ha de mencionarse las diferencias entre las diferentes zonas en que se ha estratificado la población madrileña, siendo más emprendedoras la zona Oeste y la capital, y menos la zona Sur y la Norte. Un hallazgo que merece un análisis más pormenorizado es la paradoja de que en la zona Sur la población emprendedora potencial (7,0%%) es apreciablemente superior a la población emprendedora real (3,5 %), muy probablemente debido a factores de entorno y circunstancias sociales singulares.
El estudio también muestra que las condiciones del entorno emprendedor son favorables en la región madrileña,
con pocas variaciones respecto a años anteriores –destacan las infraestructuras físicas y de servicios profesionales y comerciales de calidad—con la novedad de la valoración positiva de las actuaciones de las administraciones públicas regionales. Por el contrario, los factores peor valorados, un año más, son la formación emprendedora en la etapa escolar, junto con las trabas burocráticas y la presión fiscal sobre la actividad emprendedora y empresarial en general.
En general, la principal motivación para emprender (81% de los casos) es ganarse la vida porque el trabajo de calidad escasea, seguido generar riqueza (33,9%), y de marcar una diferencia en el mundo (27,8%). Probablemente a causa de la pandemia, este esquema de prioridades marca una diferencia respecto a las tendencias de años anteriores, en que predominaba la motivación de la mejora de las condiciones de vida y de la prosperidad de la sociedad sobre el resto.
Aunque en la mayoría de las etapas del proceso emprendedor el hombre tiene un mayor protagonismo que la mujer, sin embargo, en el perfil de persona emprendedora que pone en marcha un proyecto empresarial en la Comunidad de Madrid en el año 2020 ambos sexos muestran una gran similitud en términos de edad (35 a 54 años) y condiciones socioeconómicas, predominando el acceso a estudios secundarios y superiores en cerca del 75% de los casos, lo que justifica el impacto de la formación en el fenómeno emprendedor. Otra cuestión complementaria a lo dicho es el nivel de renta de la población emprendedora, que en torno al 50% de los casos se sitúa por encima de los 40.000€ anuales, que es, precisamente, el colectivo más proclive a emprender, aunque muestra un cierto desconcierto ante la percepción de oportunidades como consecuencia de la COVID-19. Este hecho se complementa con la circunstancia de que en torno al 64% de los emprendedores tienen un trabajo por cuenta ajena, un 20% está en situación de desempleo, y el resto son estudiantes. Estos hechos justifican la percepción de que las personas emprendedoras consideran que tienen conocimientos y experiencia suficientes como para dar ese paso, si bien muchas de ellas (en torno al 65%) se ven limitadas por el miedo al fracaso en sus iniciativas.
Las condiciones económicas que caracterizan a las iniciativas emprendedoras de la Comunidad de Madrid se pueden resumir en una aportación habitual de 3.000€ a 15.000€, oscilando entre los mencionados 3.000€ y los 600.000€.
Estas cifras han caído significativamente respecto a las del año 2019. Estos recursos proceden mayoritariamente del entorno personal de la persona emprendedora (en torno al 81%), y, en menor medida, de instituciones financieras (12,8%) y de programas públicos e inversores especializados. Estos últimos aportan unas cantidades que oscilan entre los 9.600€ y los 80.000€, y representan a un 3,3% de la población, una proporción que aumenta año tras año, lo que puede interpretarse como un signo de maduración progresiva de nuestro ecosistema emprendedor.