El comportamiento observado tras la crisis económica de 2007 hace pensar que los efectos de la pandemia tendrá serias consecuencias sobre las empresas y la dinámica de nacimientos y cierres de actividades económicas. Muy probablemente se experimentará un crecimiento aún mayor que el experimentado tras la crisis del 2007, puesto de manifiesto en los informes GEM, del emprendimiento por necesidad a costa del emprendimiento por oportunidad.
¿Qué podría hacerse para corregir esta tendencia y generar iniciativas de mayor utilidad que las que se generan por la necesidad?
Analizar y aplicar lo que sabemos que hacen las personas, organizaciones, empresas e instituciones emprendedoras ante la incertidumbre. Aplican un método, una forma de actuar y pensar que básicamente se puede resumir en cinco grandes principios: utilizan los recursos que tienen o a los que pueden acceder para reconocer y explotar oportunidades; fijan un límite de riesgo, establecen qué pueden permitirse perder con sus acciones; atienden a las sorpresas, a los cambios que pueden generar oportunidades y amenazas en su entorno cercano; establecen vínculos y compromisos de colaboración con personas y agentes sociales con los que pueden compartir intereses; y, en definitiva, están atentos a mantener el control de sus acciones para pilotar y crear horizontes de futuro.
¿Qué podríamos hacer para reducir las iniciativas por necesidad y preparar a la población para capacitarla hacia iniciativas por oportunidad?
Podríamos aplicar este método ante la situación de pandemia y actuar con ese espíritu emprendedor que caracterizan a las personas, organizaciones, empresas e instituciones que no se conforman con las desgracias y las tragedias. Pensemos cómo podríamos aplicar el método emprendedor que hemos aprendido que practican millones de personas en sus iniciativas exitosas.
En primer lugar los recursos. ¿Cuál es nuestro recurso estratégico más importante?
Sin duda somos nosotros, las personas. La población de un país, de un territorio, constituye el activo más importante a salvaguardar, es la fuente de toda actividad y de todas las demás oportunidades. Uno de los economistas más citados de nuestro tiempo, Gregory Mankiw, abogaba hace unos días en su blog por la conveniencia de implantar un sistema de Renta Básica General (RBG) para hacer frente a la pandemia. Calculaba el coste y la viabilidad de financiación fiscal de dicha medida (pueden verse los detalles en su blog: “A Proposal for Social Insurance During the Pandemic”). Las consecuencias de aplicar una RBG serían no solo de carácter social, reduciría las iniciativas por necesidad y permitiría estrategias para capacitar a millones de personas hacia el reconocimiento y explotación de oportunidades de mayor potencial. Pondría a trabajar el talento de muchos para transformar amenazas en oportunidades, algo de esto estamos viendo estos días con iniciativas creativas en empresas (SEAT, Inditex, etc.), universidades y redes de makers. Sabemos que el reconocimiento de oportunidades y su explotación es el inicio del proceso de creación de valor, consecuentemente esta medida permitiría desatascar el detonante del proceso de creación de valor, permitir a las personas pensar y actuar más orientadas a las oportunidades que a las necesidades.
La segunda componente, fijar un límite de riesgo en nuestras acciones, tiene mucho que ver con la paralización que se produce ante el miedo.
El miedo es uno de las barreras más potentes a los procesos de generación de iniciativas. Disminuir el miedo es otra de las prioridades de las estrategias a seguir para movilizar el talento de una determinada población. Saber que tenemos un colchón de ingresos mínimos vitales con una RBG para hacer frente a las necesidades permitiría que gran parte de las personas pudiesen pensar en hacer frente a sus actividades profesionales, artísticas y empresariales de manera creativa y a identificar oportunidades y generar iniciativas. Consecuentemente, abriría el camino a que se pudiese aplicar el tercer principio del método emprendedor: estar atentos a las sorpresas y a la innovación.
Nada de esto sería posible sin generar un ecosistema de confianza mutua que facilitara e intensificara los intercambios de ideas e iniciativas y poder compartir y hacer compatibles los intereses de cada uno. El clima de solidaridad y sentido de pertenencia a una sociedad que se interesa por cubrir nuestras necesidades básicas con el despliegue de una medida como la RBG permitiría establecer una condición fundamental para generar una red de acciones “co-creativas”, acciones de colaboración en proyectos e iniciativas emprendedoras que tienen como condición la existencia de confianza mutua.
Por último, mantener y ampliar el sentido de control. Douglas North, premio Nobel de economía, afirmaba que los dos grandes motores del cambio económico son las creencias de las personas y las instituciones que una sociedad desarrolla inspiradas en dichas creencias. Ante la incertidumbre no es posible predecir el futuro, es preciso crearlo. Son nuestras ideas, basadas en el conocimiento científico y en nuestras experiencias, las que deben guiar nuestras creencias y permitir que nuestras instituciones pasen a la acción y entre todos controlemos (probablemente equivocándonos y aprendiendo) esta horrible pandemia que no estaba prevista en nuestros manuales económicos y en las estrategias de gobernanza.
José Ruiz Navarro. GEM Andalucía
Catedrático de Organización de Empresas
Universidad de Cádiz